OPINIONES

       Publicado el lunes, 19 de febrero de 2001 en El Nuevo Herald 
                                      
                              JORGE LUIS ROMEU
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   México, el espejo de Cuba

   JORGE LUIS ROMEU
   
   Hay dos familias en la literatura universal famosas por su enemistad:
   los Montesco y los Capuleto. Y hay dos familias latinoamericanas que
   tampoco se tragan mucho: los cubanos exiliados y los mexicanos. Y esto
   me entristece, pues me siento muy fuertemente ligado a las dos...
   
   ¿Qué te puedo decir de México, mi hermano de la Calle Ocho, que llevas
   cuarenta años penando por tu tierra en tierra ajena? ¿Ese México, cuyo
   gobierno comercia con Fidel Castro, ese taimado que nos empujó a salir
   de Cuba? Un México que la mayoría de nosotros desconoce --y la minoría
   sólo su turística Zona Rosa y sus hoteles de lujo en Cancún.
   
   ¿Qué decirte para que tu pena se amortigüe y renazcan los sentimientos
   fraternales de antaño?
   
   Quiero hablarte hoy del México que yo conozco: uno mestizo, que
   trabaja en las universidades e institutos, donde el Beni cantó sus
   boleros y Pérez Prado inmortalizó su mambo; del México de los Panchos
   y los Cancilleres, de Manzanero y de Luis Miguel, cuya música es tan
   nuestra y nuestra música tan de ellos...
   
   Quiero hablarte del México que palpita en el centro histórico, cuyos
   hoteles son como el Lincoln de la calle Galiano. Allí, en la Alameda
   de Juárez, miras hacia Bellas Artes y te parece que estás en el Parque
   de la Fraternidad, detrás del Capitolio. Y luego subes por Madero y
   bajas por Cinco de Mayo y estás caminando por O'Reilly y por Obispo,
   allá en La Habana Vieja.
   
   Te contaría de Xochimilco, donde encuentras un barrio tan social,
   económica y racialmente heterogéneo como lo eran Almendares y
   Buenavista. Te podría hablar de La Villa, donde se reza a la
   Guadalupe, que también es Tonantzin --como nuestra Santa Bárbara es
   Changó y San Lázaro es Babalú Aye.
   
   Te podría hablar del Puerto de Veracruz, con su gente mulata y su
   música callejera, que si tuviera bahía y lomas sería Santiago. Allí se
   baila el danzón en el parque y se desayuna café con leche en el Café
   de la Parroquia --que me recuerda al de La Josefita, detrás de la
   Plaza del Vapor, adonde me llevaba papá a tomar helado. Te podría
   contar de San Juan de Ulúa, que se parece a la Fuerza o a San
   Severino. Te hablaría de Mérida, que es La Habana en miniatura, y de
   su Paseo de Montejo, que es como la calle Línea del Vedado y donde la
   gente anda en guayabera.
   
   Te podría hablar de La Villa, donde se reza a la Guadalupe, que
   también es Tonantzin --como nuestra Santa Bárbara es Changó y San
   Lázaro es Babalú Aye
   
   Te contaría de Oaxaca, cuyas calles me recuerdan tanto a la Calzada de
   Terry, en Pueblo Nuevo, allá en la Atenas de Cuba. Te llevaría a
   Tampico, con sus traspatios sembrados de mangos y aguacates y te
   parecería que estabas de nuevo en la Lisa. Iríamos a Mazatlán, con su
   malecón largo y sencillo como el de la playa de Matanzas; y a Guaymas
   --no del lado de las marinas y los turistas, sino del puerto pesquero:
   te parecería que estabas en Surgidero de Batabanó.
   
   Y te podrías comer un guachinango (pargo) con una Bohemia, que es como
   la Polar, o una Negra Modelo, que es como la Tropical 50. ¡Ay, mi
   hermano, qué te cuento!
   
   Allí un cuate te echaría el brazo por encima y te hablaría de tantas
   cosas de historia de América que ya se nos han olvidado... Y
   comprenderíamos mejor el México que se ve --y aun el que no se ve, y
   el de la historia oficial. Y él te diría: ``Mira, chico...'' --no, no
   te diría chico; así le diríamos nosotros a él. Te diría: ``No te hagas
   bolas, mano, que el mal de Montezuma sólo le da a los extranjeros y a
   los turistas, pero a ti no''.
   
   Y leerías en su historia, tan similar a la nuestra, sobre educadores
   como Gabino Barreda, que es como don Pepe de la Luz, o Justo Sierra,
   que es como nuestro Varona, y hasta de un Manuel Gómez Morín, que es
   como Jorge Mañach...
   
   Sí, mi hermano; cuando toda esta pesadilla trasnochada pase y podamos
   volver a casa, se podrán ver muchas cosas con mejor perspectiva, por
   ambos lados. Mientras, sólo puedo aconsejarte una cosa: si quieres
   mantener tu encono, que poco ayuda, ni te asomes por México. Porque si
   visitas el que yo conocí, se te va a meter muy adentro --y vas a
   cambiar muy pronto. Y posiblemente para bien.

   Romeu es Educador, y dirige el Proyecto Juárez Lincoln Martí.
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